Un aspecto importante de la seguridad de aplicación de los trocares concierne a las hernias de trocar raras, pero potencialmente peligrosas, que ocurren después de intervenciones laparoscópicas con una incidencia entre 0,02 y 7,7 % (9, 14) y cuya frecuencia aumenta con el diámetro creciente de los trocares utilizados (4, 6).
Montz et al. (9) disponen de los datos de 840 hernias de trocar, en las que el tamaño de trocar utilizado es conocido: 41 % correspondieron al tamaño de trocar ≥12 mm; 42,2 % a tamaños de trocar de 10–11 mm; 10,9 % a tamaños de trocar de 8 mm y 2,7 % a tamaños de trocar <8 mm. Además del tamaño del trocar, el diseño del trocar también influye en la incidencia de hernias de trocar. Se debe distinguir entre trocares afilados, cortantes y romos, que no cortan el tejido, sino que más bien lo separan. Dado que al retirar un trocar romo la musculatura intacta se desliza sobre el defecto, los trocares romos causan con menos frecuencia hernias de canal de punción que los trocares afilados. Para esto existen dos estudios clínicos, en los que la tasa de hernias de trocar con el uso de trocares romos o cortantes fue de 0,17 versus 1,83 % (7) o 0 versus 7,7 % (14). Por muchos operadores se realiza después de intervenciones laparoscópicas con trocares más grandes un cierre fascial, para minimizar el riesgo de formación de hernias. A partir de qué tamaño un cierre fascial es sensato, se juzga de manera diferente. Así existen recomendaciones de sutura en el uso de trocares de 5 mm después de manipulación extensa (10), en trocares > 5 mm (5, 12), > 8 mm (22) y ≥ 10 mm (1, 3, 13).
Una sutura peritoneal y fascial debería realizarse siempre a partir de un tamaño de trocar de más de 10 mm, también en trocares romos (4).
Existen diversas técnicas de cierre peritoneal y fascial, a las que todas les es común el cierre lateral de punción de fascia y peritoneo bajo control visual (2, 8, 11, 13). El comercio ofrece actualmente varios sistemas para el cierre de la pared abdominal después de la laparoscopia.